“La última vez que se registró en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre 3 y 5 millones de años, cuando la temperatura era de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar, entre 10 y 20 metros superior al actual”.
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los niveles de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera han alcanzado un nuevo máximo sin precedentes. No hay indicios de inversión en esta tendencia, que está desencadenando un cambio climático a largo plazo, la subida del nivel del mar, la acidificación de los océanos y un mayor número de fenómenos meteorológicos extremos.
El Boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero ha revelado que la concentración media mundial de dióxido de carbono (CO2) pasó de 400,1 partes por millón (ppm) en 2015 y 403,3 ppm en 2016, a 405,5 ppm en 2017. También ascendieron las concentraciones de metano y óxido nitroso, en tanto que reapareció el CFC-11, un potente gas de efecto invernadero que agota el ozono, regulado en el marco de un acuerdo internacional para proteger la capa de ozono.
Desde 1990 se ha producido un incremento del 41 % del forzamiento radiativo total —que tiene un efecto de calentamiento en nuestro clima— causado por los gases de efecto invernadero de larga duración. El CO2 es responsable de un 82 % del aumento del forzamiento radiativo durante los últimos diez años, según las cifras proporcionadas por la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera de los Estados Unidos de América que se citan en el Boletín de la OMM.
“El CO2 permanece en la atmósfera durante cientos de años y aún más en los océanos. Hoy en día no existe una varita mágica para eliminar todo el CO2 excedentario de la atmósfera”, afirmó la Secretaria General Adjunta de la OMM, Elena Manaenkova.
“Cada fracción de grado que contribuye al calentamiento global importa, al igual que cada parte por millón de gases de efecto invernadero”, aseguró.
“Según el nuevo Informe especial del IPCC sobre el calentamiento global de 1,5 °C, será necesario reducir de forma drástica y rápida las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en todos los sectores de la sociedad y la economía. El Boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero, que señala una tendencia continuada al alza en las concentraciones de gases de efecto invernadero, pone de relieve el carácter urgente de esta reducción”, indicó el presidente del IPCC, Hoesung Lee.
Principales conclusiones del Boletín sobre los Gases de Efecto Invernadero.
Dióxido de carbono
El dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero de larga duración en la atmósfera. Su concentración alcanzó 405,5 ppm en 2017, lo cual representa el 146 % de su nivel en la era preindustrial (antes de 1750). La tasa de aumento de CO2 entre 2016 y 2017 fue aproximadamente igual a la media durante los últimos diez años, pero inferior al incremento récord observado entre 2015 y 2016, bajo la influencia de un fuerte episodio de El Niño que provocó sequías en las regiones tropicales y redujo la capacidad de los “sumideros”, como los bosques y la vegetación, para absorber CO2. El 2017 fue un año sin El Niño.
Metano
El metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero de larga duración más importante y contribuye en más o menos un 17 % al forzamiento radiativo. Cerca del 40 % del metano que se emite a la atmósfera procede de fuentes naturales (por ejemplo, humedales y termitas), mientras que aproximadamente el 60 % proviene de actividades humanas como la ganadería de rumiantes, el cultivo de arroz, la explotación de combustibles fósiles, los vertederos y la combustión de biomasa. El CH4 atmosférico alcanzó en 2017 un nuevo máximo de unas 1859 partes por mil millones, por lo que se sitúa actualmente en el 257 % de su nivel preindustrial. Su tasa de aumento fue prácticamente igual a la observada durante el último decenio.
Óxido nitroso
Las emisiones de óxido nitroso (N2O) a la atmósfera provienen de fuentes naturales (en torno al 60 %) y de fuentes antropógenas (un 40 %), incluidos los océanos, los suelos, la quema de biomasa, el uso de fertilizantes y diversos procesos industriales.
En 2017 su concentración atmosférica fue de 329,9 partes por mil millones, es decir, un 122 % de su nivel en la era preindustrial. Este gas también contribuye significativamente a la destrucción de la capa de ozono estratosférico que nos protege de los rayos ultravioleta nocivos del Sol. Es el causante de un 6 % del forzamiento radiativo provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración.
La adaptación al cambio climático ha dejado de ser una opción, es una necesidad.
Fuente OMM.
Fuente OMM.