Agosto de 2015: El desierto del Sahara es uno de los
climas más inhóspitos de la Tierra. Sus áridas mesetas, sus picos
rocosos y sus arenas en constante movimiento envuelven una tercera parte
del norte de África, que tiene muy poca lluvia, vegetación y vida.
Mientras tanto, del otro lado del océano Atlántico, prospera el
bosque lluvioso más grande del mundo. La exuberante y vibrante cuenca
amazónica, situada en el noreste de América del Sur, posee una amplia
red de inigualable diversidad ecológica.
Inverosímil vínculo entre dos continentes.
Entonces, ¿qué tienen en común estos climas aparentemente tan
diferentes? Están íntimamente conectados por un río de polvo atmosférico
intermitente de casi 17.000 kilómetros (10.000 millas) de longitud.
Cada año, intensos vientos del Sahara envían enormes nubes de
polvo en un viaje transatlántico hacia la cuenca del Amazonas. Este
polvo, en gran parte originario del lecho de un antiguo lago en Chad, es
rico en fósforo. Cuando llega al bosque lluvioso, los restos de los
organismos del Sahara muertos hace mucho tiempo proporcionan nutrientes
cruciales para la flora viva del bosque lluvioso. El fósforo, que es
esencial para el crecimiento de las plantas, escasea en el Amazonas. El
polvo del desierto que se deposita en el bosque cada año ayuda a reducir
este déficit.
Investigadores de la NASA estudian este polvoriento vínculo entre
el Amazonas y el Sahara con el propósito de entender cómo funciona y
cómo puede verse afectado por el cambio climático.
“Sabemos que el polvo es muy importante en muchos aspectos
complejos”, dice Hongbin Yu, un científico atmosférico de la Universidad
de Maryland, quien trabaja en el Centro Goddard para Vuelos Espaciales
(Goddard Space Flight Center, en idioma inglés), de la NASA, ubicado en
Greenbelt, Maryland. “El polvo afecta al clima y, al mismo tiempo, el
cambio climático afecta al polvo”.
“Como investigadores”, añade, “nos hacemos dos preguntas básicas:
‘¿Cuánto polvo se transporta? y ¿Cómo afecta el cambio climático a la
cantidad de polvo que viaja a través del Atlántico?’”.
Los datos obtenidos mediante el satélite CALIPSO, de la NASA, el
cual fue lanzado en el año 2006, pueden proporcionar las respuestas. Por
primera vez, CALIPSO ha cuantificado la cantidad de polvo que realiza
el viaje transcontinental; y los números son impresionantes: de las 182
millones de toneladas de polvo (o una cantidad equivalente a casi
700.000 camiones) que abandonan el Sahara cada año, 27,7 millones de
toneladas, o el 15% del total, se encuentran dispersas en la cuenca del
Amazonas.
CALIPSO, que es la sigla en idioma inglés de “Observaciones de
nubes y aerosoles mediante los satélites LIDAR y Pathfinder con sensor
infrarrojo” (Cloud-Aerosol Lidar and Infrared Pathfinder satellite
observation), utiliza un telémetro láser o LIDAR para analizar la
atmósfera de la Tierra y conocer de este modo la distribución vertical
del polvo y de otros aerosoles. Rastrea de manera regular el penacho de
polvo que viaja desde el Sahara hasta el Amazonas.
Una de las cosas que CALIPSO ha revelado es la variabilidad de la
conexión, que ha cambiado hasta alcanzar un 86 por ciento entre 2007 y
2011. ¿Por qué? La respuesta podría estar en el Sahel, que es la larga
franja de tierras semiáridas ubicadas en la frontera sur del Sahara. Yu y
sus colegas han encontrado una conexión posible entre las lluvias en el
Sahel y la cantidad de polvo que se desplaza sobre el Atlántico. Cuanto
mayor es la lluvia en el Sahel, menor es el volumen de polvo.
Se desconoce la razón exacta de esta correlación, pero Yu tiene
algunas ideas. Es posible que el incremento de las lluvias produzca el
crecimiento de más vegetación en el Sahel, dejando así menos arena
expuesta a los fuertes vientos. Otra posibilidad se concentra en el
viento. La cantidad de lluvia se correlaciona con los patrones de viento
que pueden barrer polvo del Sahara y del Sahel hacia la atmósfera
superior, lo cual constituye básicamente una supercarretera hacia el
Amazonas.
Gracias a las observaciones sin precedentes, en tres dimensiones
(3D), del polvo atmosférico, las cuales fueron proporcionadas por
CALIPSO, los científicos pueden comenzar a crear modelos destinados a
predecir cómo el polvo puede tener un impacto sobre el clima en el
futuro; y cómo nutre los frondosos bosques de América del Sur en la
actualidad.