La catástrofe de Fukushima obliga a Japón a buscar alternativas a la energía nuclear.
El viernes un consorcio de empresas del país nipón anunciaba la puesta en marcha de una central eólica que reposará sobre el mar.
Este tipo de instalaciones resisten mejor los tsunamis y otros fenómenos meteorológicos adversos. Está previsto que sea la mayor del mundo de este tipo y que esté lista para el año 2020.
Pero, pese a la puesta en marcha de soluciones y más de dos años después, el desastre nuclear no da un respiro. Las ultimas pruebas apuntan a que Fukushima lleva dos años vertiendo agua contaminada al océano Pacífico.
La Autoridad de Regulación Nuclear de Japón confirmaba esta semana que tiene “serias sospechas” de que el agua de la central se está filtrando al océano Pacífico.
Además, la radiación ha aumentado en el agua subterránea significativamente. Los niveles de cesio eran el lunes 90 veces superiores a los de tan solo tres días antes. Recientemente se han encontrado también altas cantidades de otros materiales radioactivos como tritio o estroncio.
Han sacado un pez a decenas de kilómetros del complejo con un nivel de radioactividad diez veces superior al permitido por las autoridades japonesas.
